Nan Cuz: “Pinto desde las emociones”
Descubrí a Nan Cuz siendo ya mayor, quizás
con 22 años, cuando hice una visita esporádica a mi natal Cobán. La
encontré en las paredes del Hostal “Casa d´Acuña”, en dos o tres pinturas, con
las que sentí una especie de permiso para entrar en un sueño compartido.
Experimenté una devolución de la esperanza infantil en la existencia de la
magia; cada color fue un conjuro que me recordó cuando, sobre las copas de los
árboles de jocote y manzana rosa, en los que me trepaba de niño, era mecido por
el viento y la calma que esos silencios me daban.
Cuz nació en Senahú,
Alta Verapaz y sus orígenes son referencia del mestizaje ocurrido en esa
latitud. Cuenta que creció en el seno de su familia materna q´eq´chí,
hasta que su padre alemán ofreció encargarse de sus estudios en Europa.
Cuz cuenta: “Mi abuela nunca quiso que me
fuera. Era muy sabia. Me identifiqué mucho con ella.”,
mientras nos muestra una fotografía antigua de su madre y abuela, tomada a su
regreso a Guatemala, siendo ya mayor.
Durante el siglo XIX, las políticas de
estado en Guatemala, alentaron la llegada de colonos alemanes, belgas,
italianos y otros, concediendo facilidades para la obtención de grandes
extensiones de tierra y la inversión, en las regiones norte y occidente, para
el cultivo del café y el cardamomo. Este auge duró hasta el final de la
Segunda Guerra Mundial y luego, en la mitad del siglo XX, cuando países como
Brasil, encontraron mecanismos para contar con una producción más amplia,
durante todo el año.
Parte de su niñez y
juventud, coincide con el régimen impuesto por el Partido Nacional Socialista
Alemán de los Trabajadores que gobernó Alemania, viviendo la postguerra en una
delicada precariedad. Agrega, “Después
de la (Segunda) Guerra, recogíamos lo que quedaba de las cosechas (para
sobrevivir)”. Escucho esta parte de su historia y puedo leer
en la sencillez de sus gestos, sus manos y en la forma poética con que cuenta
su historia, a las muchas mujeres q´eq´chíes que han marcado mi camino.
Su sonrisa
permanente la veo como un nexo con la imagen de su abuela. “Sonreír es la única forma de sobrellevar una vida dura”,
comenta al hablar sobre ella y del buen humor con que afrontó llevar la crianza
de 15 hijos.
Cuz incursionó en la fotografía
y la pintura mientras vivía en Europa. Conoció al escritor George Schäfer, con quién
se casó. Él estuvo interesado en el misticismo del budismo oriental.
De su unión de ideas y
acciones, Cuz participó ilustrando el libro “El Reino del Mezcal”, escrito en
alemán por Schäfer en 1977. Este libro
forma parte de los escritos que abordan la experiencia de los indígenas
latinoamericanos con el uso de plantas que activan la sensibilidad y
percepciones humanas en la naturaleza. La versión en castellano cuenta con un
prólogo hecho por Miguel Ángel Asturias.
El pintor ruso Marc
Chagall expresó que: “el arte es sobre todo un estado
del alma”. Cuz explica que su obra no puede explicarse desde
la academia: “Mis pinturas son
mágicas. No planifico, pinto desde las emociones, la imágenes vienen (a
mi)”.
Cuenta como anécdota que una mujer sueca adquirió
uno de sus cuadros. En éste aparecen dos personajes, una mujer y un
hombre, en el marco de una ceremonia. El cuadro estaba sobre su
cama y en determinado momento, cuando enfermó, soñó que los personajes del
cuadro se acercaron a ella, indicándole que hierbas debía tomar para sentirse
mejor. Ella lo hizo y sanó.
Su regreso a Guatemala se dio con una
invitación hecha por la esposa del ex Presidente Julio Méndez Montenegro, a
finales de los años 60s. Pensó en la idea de vivir en su natal
Senahú y que en Ciudad de Guatemala solo permaneció dos o tres semanas hasta
que tuvo la invitación de visitar Panajachel, Sololá, por un artista alemán,
decidiendo situar allí su residencia.
Al escucharla, es
evidente que tiene una relación interesante con la naturaleza y una
sensibilidad por los cambios ocurrido en el ambiente. “Se vienen tiempos duros”, comenta, al
reflexionar sobre la forma en que explotamos actualmente los recursos
naturales.
Dice que la gente le pide que pinte pero responde que ya no quiere. Veo sus manos y comprendo que estoy ante una pionera de la expresión plástica universal, un ser lleno de sabiduría y sencillez. Ella sonríe.
Escrito el 18 de agosto del 2014 / Circo Fúnebre No. 18 (Revista esQuisses.net)
Texto y fotografías: Bernardo Euler Coy
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