Lupe Lupe!


Pienso en acciones que en nuestro inconsciente colectivo son una posibilidad de respuesta al ciclo interminable de no lograr incluir el elemento mestizo, en ideas y pasiones, propias y colectivas. Me remito al caso de asimilación del símbolo de la Virgen de Guadalupe y su celebración el 12 de diciembre, celebración dominada por “los ladinos” que refleja una subordinación cultural a traves del trasvestismo de niños y niñas, con las indumentarias de los grupos indigenas guatemaltecos, en su mayoría, sin un sentido de pertenencia y distantes de las prácticas y rituales mexicanos.

El Guadalupanismo en Guatemala, en palabras del historiador Arturo Taracena, se da en base a la asimilación exótica del fenómeno social mexicano en la que el racismo de los grupos económicos dominantes, solo reflejan la subordinación étnica de los indígenasI1 .

La representación del ícono de la Virgen de Guadalupe en el país, no contiene una reflexión consciente de su significado plástico, incorporado en nuestro imaginario desde el siglo XVII. El trasvestismo cosmético de los niños y niñas, de una otredad, es el reflejo del "no soy" y acto que segrega al "Otro" a través del uso del traje indígena, como “el disfraz”, que no interrelaciona la experiencia personal de la realidad comunitaria o del fenómeno mariano.

Centrándome en un caso especial, con la celebración del “Pororó” en la Ciudad de Livingston, Izabal, por el grupo afroguatemalteco, es la más interesante y profunda que ser realiza en Guatemala. La significación de la Virgen, por parte de la comunidad Garífuna, cobra sentido al ser intrepetada como el símbolo de la transición de las niñas a mujeres sexualmente activas, y de las mujeres jóvenes al de abuelas o mayores. El sincretismo cultural, encontrado en este ritual, radica en la inclusión de elementos musicales, como voces y música africanas, con un trasvestimo ritual del traje maya Q´eq´chí, grupo con el que existe comunicación y convivencia.

Las acciones de la comunidad hacen una separación de la celebración, siendo la primera noche unicamente para las mujeres mayores, y todo el día siguiente con la comunidad en general, convocando a los niñas y las niños. El primero, el más solemne, es donde las "abuelas" comparten dentro del ritual del canto y el baile, la información de su cultura de forma íntima al resto de las mujeres en la comunidad, pero no por ello, con menor alegría, al evento abierto que se realiza al día siguiente.

En el contexto contemporáneo, al observar otras interpretaciones del fenómeno, fuera de nuestro contexto, con nuevas formas de culto, sobresale la transnacionalización del ícono en grupos como pandillas, migrantes y retornados. En todo caso, cabe preguntarnos si el fenómeno, fuera de todo suceso religioso inexplicable o irreflexivo, puede ser una referencia conciliadora de nuestras sensaciones de horfandad cultural como entes “ladinos” y provocar nuestra curiosidad por los elementos identitarios-rituales que vinculan nuestra pertenencia a los mundos que nos configuran en lo cotidiano.

1He consultado el estudio “Guadalupanismo en Guatemala: Culto mariano y subordinación étnica” del Doctor en Historia, Arturo Taracena. Universidad Autónoma de México. Serie Monográfías, volúmen 6 (2008).





































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