Día de Muertos en el Cementerio General, Ciudad de Guatemala (2008)
Desde hace un par de años, me he dado a la tarea de explorar el Cementerio General y en algunas ocasiones en compañía de amigos con interés en ello. La idea de llegar es porque en esta fiesta popular no se forza nada. La mediatización publicitaria es leve a excepción de una explosión de ventas callejeras, que invaden dos calles principales, claves para la entrada y las carpas con sus agentes funerarios, intentando convencerla a uno de apartar su lugarcito en esta tierra cuando toque viajar "más allá del sol".
Es una celebración genuina donde existe cierta cohesión social y convivencia armónica (algunas lágrimas también pueden verse). La muerte es un suceso que por un lado, se entiende como un espacio mágico-religioso de paz futura, en donde se recompensa el sufrimiento vivido en este espacio terrenal, porque se dice que venimos a sufrir. Un discurso que explica nuestra problema emocional.
Entre líneas también expone el arraigo obsesivo que la humanidad tiene con la temporalidad corpórea; con la irresolución del conflicto del duelo y la inquietud que representa la salida. En fin, demasiado somos humanos y poco humildes para entender el tiempo y el tiempo que nos toca vivr.
Como dato curioso, durante estas visitan han sucedido hechos, digamos extraños. En cierto año, en un instante, recordé de improviso el nombre de un antiguo catedrático de la Universidad fallecido hacía un par de años, al voltear la cabeza fue encontrar su panteón justo enfrente. En otra ocasión, de igual forma casi impulsiva, le mencioné a Denise, mi acompañante ese año, el panteón Domené (apellido que me pareció muy hermoso) y mi comadre reaccionó asomabrada, porque allí se encontraban los restos de su abuela materna.
Denise preguntó también a los enterradores y guardianes sobre hechos "insólitos", a lo que mencionaron que en algunas ocasiones escucharon voces extrañan por las noches o en casos muy raros, al realizar exhumaciones y abrir alguna cripta, percibieron el perfume de flores frescas emanadas desde adentro del féretro.
En fin, es un espacio que expresa silente nuestro morbo y anhelo paradójico por existir.
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